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Encajar en un entorno laboral no quiere decir que ese sea tu lugar. ¿Sos consciente de que gran parte de tu vida transcurre en el trabajo?
Muchas veces nos conformamos con la comodidad de sentirnos más o menos bien: más o menos cómodos, más o menos conformes… y sí, si lo tenemos que pensar sin tanta vuelta, parece mejor que estar mal o fuera de lugar en un espacio tan cotidiano y central como el trabajo. Spoiler alert: esa “zona segura” también puede convertirse en una JAULA. En epocas donde el revuelo cotidiano y la boragine nos invita a estar en un alerta constante, es más que entendible que decidamos elegir lo cómodo o lo “maso menos” ante cualquier situacion de incertidumbre. Nos acostumbramos a sobrevivir en vez de crecer… y justo ahi estala trampa! Tomemos unos segundos. Pensemos. Y con plena conciencia, corramos de lugar esa breve y engañosa comodidad para hacernos la verdadera pregunta: ¿Vas a seguir eligiendo lo seguro… o te vas a animar a lo que de verdad te impulsa? Crecer implica incomodarse, soltar el control y apostar por vos. Si vos no sos el primero en creértela, difícilmente los demás lo hagan. Tu valor empieza —y se fortalece— en la certeza que tengas sobre tu verdadera capacidad: la de adaptarte, transformarte y reinventarte cuando sea necesario. El trabajo no debería ser solo un lugar donde encajás: debería ser el lugar donde brillás. Y sí, lo sabemos… dicho así suena casi a guion de Disney. Seguro más de uno, mientras lee esto, piensa: “qué fácil es decirlo cuando no sos vos el que tiene que animarse”. Justamente por eso lo decimos: porque acá también estamos en ese proceso de animarnos. Y créeme… ¡cuesta un montón! Pero ya que estamos en el baile, te invitamos a bailar. A dar ese paso, aunque tiemble un poco el piso. Salir de la zona de confort no significa lanzarse al vacío sin rumbo. Significa atravesar un proceso y ese proceso tiene una etapa fundamental: la zona de aprendizaje. Ahí es donde aparecen los desafíos, los miedos y las dudas… pero también las herramientas, los aprendizajes y las oportunidades que antes no veíamos. Esa incomodidad inicial no es un obstáculo: es la puerta que nos abre a nuevas habilidades, a mayor seguridad en nosotros mismos y, sobre todo, a la posibilidad de proyectarnos hacia lo que queremos. Porque para crecer —en lo personal y en lo profesional— no alcanza con desearlo.
Hay que atreverse a experimentar, a equivocarse, a corregir y a volver a intentar. Es en ese movimiento donde vamos construyendo la versión de nosotros que puede sostener esas metas y objetivos que parecen tan lejanos. El trabajo es un escenario clave para ponerlo en práctica. Quedarte en lo seguro puede darte estabilidad, pero salir de la zona de confort y atravesar la zona de aprendizaje es lo que realmente te impulsa hacia tu mejor versión. Lo sé porque lo viví en primera persona. Después de varios años trabajando en un lugar donde me sentía cómoda y contenida, empecé a sentir que había cerrado un ciclo. Que ya había aprendido todo lo que podía aprender allí. Entonces, lo agradecí, me animé y lancé mi consultora. No voy a mentir: estaba llena de miedos, de incertidumbre y de preguntas sin respuesta. Pero también tenía dos certezas: mi capacidad profesional y el apoyo de mis seres queridos. Y con eso alcancé para dar el primer paso. Lo demás se está dando de a poco, con constancia, determinación y apertura para seguir aprendiendo. Y ese es, justamente, el punto: el crecimiento real ocurre cuando elegimos movernos, aunque no tengamos todo resuelto.
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